
Los atardeceres en Andorra tienen un color especial: la piedra utilizada en la construcción de las casas adquiere una variedad de tonalidades infinitas, que oscilan entre los violetas y los naranjas, pasando por un amplia gama de ocres y rojos. Incluso la pizarra de los tejados abandona su tradicional color azul asfalto para adentrarse en los rojos y en los naranjas. Esta acuarela es una modesta aportación a la riqueza cromática de la tarde pirenaico-andorrana.
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