23.6.19

Muñoz Degrain


Corría la segunda mitad del siglo XIX cuando un estudiante de arquitectura abandona la carrera para aprender pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, de Valencia. Si la arquitectura había perdido a uno de sus alumnos, la pintura ganaba a quien luego sería uno de sus grandes maestros, Antonio Muñoz Degrain. Es 1915 y su ciudad le erige el monumento que contemplamos, situado en los jardines de la Glorieta y semioculto por el enorme ficus que crece a sus espaldas. El sol que se cuela provoca un fuerte contraste entre luces y sombras. Al fondo, el monumento al Doctor Gómez-Ferrer destaca por su blancura.
Acuarela pintada en papel Arches, de 300 gr. y grano fino, con unas dimensiones de 28 x 38 cm. 

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